El lugar del deseo
Un ensayo casi simétrico sobre anhelos, escenarios y otros espejismos emocionales
Capítulo I: Un deseo como carta no enviada
En algún momento entre una taza de té olvidada y la página 47 de un libro inconcluso, deseé algo con todas mis fuerzas.
Era otoño, creo. O al menos lo parecía.
El deseo era sencillo —como suelen ser los deseos verdaderos— y al mismo tiempo tan específico que sólo podía pertenecer a una versión alternativa de mí misma.
Una que vivía en una casa con paredes color ámbar, que escribía desde un escritorio de roble, que hablaba con la luna por las noches.
Spoiler: esa versión aún no ha llegado.
Capítulo II: Manifestación (o una ilusión óptica)
Hoy, un año después, me encuentro frente a una escena sorprendentemente parecida a la que imaginé.
Todo parece estar donde lo coloqué en mi mapa mental:
La ventana con cortinas de lino.
El silencio amable.
Los proyectos que alguna vez fueron sólo garabatos.
Y sin embargo…
Falta algo. Algo pequeño y al mismo tiempo enorme.
Como una flor sin aroma.
O una carta sin firma.
El sentimiento que creí que vendría con todo esto —la plenitud, la euforia, la certeza— decidió no asistir a la fiesta.
Capítulo III: El fenómeno del salto cuántico descoordinado
Hay una frase que se me ocurrió entre semáforos y canciones viejas:
We wish from another place than the one we experience life.
Y ahora me doy cuenta: el deseo fue escrito por una versión mía que no soy yo.
Fue redactado desde un lugar mental, emocional y casi ficcional.
La experiencia, en cambio, llegó en cuerpo presente.
Con sus zapatos sucios, su falta de maquillaje, su cruda verdad.
Y no se parecían en nada.
Capítulo IV: Los lugares desde donde deseamos
Deseamos desde la ausencia.
Desde la imaginación poética.
Desde la carencia disfrazada de ambición.
Y cuando eso que deseábamos llega, nos damos cuenta de que la felicidad no viene incluida en el paquete.
No hay garantía. No hay timbre de regalo.
Sólo esta sensación: ¿y ahora qué?
Capítulo V: El laboratorio secreto del alma
La alquimia ocurre cuando entendemos esto:
Que lo que anhelamos no es lo que creemos.
Que detrás del objeto del deseo hay una emoción escondida,
y que esa emoción no vive en el futuro…
vive en nuestra capacidad de sentirla hoy.
Así que —en una escena que imagino con un fondo musical compuesto por Alexandre Desplat— decido que mi próxima manifestación será distinta:
No basada en la forma, sino en la frecuencia.
No en la escenografía, sino en el alma del guion.
Preguntas desde la cabina de dirección interior
Para quienes desean dirigir su vida con planos más honestos
¿Qué versión de ti escribió tu deseo más reciente?
¿Una soñadora empedernida? ¿Una alquimista despistada? ¿Una actriz en busca de aplausos?
¿Cuál es la emoción que realmente deseabas experimentar?
¿Y la encontraste cuando llegó la “manifestación”?
¿Estás habitando tu vida como protagonista… o como espectadora?
¿Quién sostiene la cámara?
Si esta escena actual fuera parte de una película, ¿cómo se titularía?
¿Y qué banda sonora la acompañaría?
¿Qué pasa si el deseo ya está cumplido… pero no te diste cuenta porque esperabas que llegara con fuegos artificiales?
¿Qué ocurre si hoy eliges desear distinto… deseando desde un lugar lleno, presente y silencioso?