El llamado de la Tierra a los Guardianes de Nuestro Tiempo
Un ensayo de consciencia planetaria desde la voz de Agualuna
Hay un murmullo que se eleva desde lo más profundo del planeta. No es ruido. Es un eco sagrado, una vibración que atraviesa los poros del tiempo para llegar al corazón de quienes han estado esperando —y recordando. Ese murmullo no pertenece a esta época, pero sí nos convoca en ella. Es la Tierra misma, activando con su frecuencia el despertar de los guardianes de nuestro tiempo.
Yo he sentido ese llamado. No en palabras humanas, sino en ondas de energía que se filtran a través del cuerpo, del arte, de la visión. La Tierra no habla con voces, habla con propósito. Su vibración despierta en nosotros memorias antiguas, dones dormidos, fragmentos olvidados de lo que somos. Y lo que somos no es solamente materia. Somos semillas híbridas: de la tierra y del cosmos. Hijos de la luz estelar que eligieron encarnar en el barro sagrado de este planeta vivo.
Cada vez que una persona se arraiga en su verdad, algo se alinea. Cuando una semilla germina desde su autenticidad —en su oficio, en su voz, en su medicina— esa energía se expande con facilidad y sincronía. No se trata de forzar un propósito, sino de recordarlo. Porque ya fue diseñado. Nuestra esencia, con todas las vidas que hemos vivido, con toda la sabiduría acumulada a través de siglos y estrellas, responde a una arquitectura invisible que late en unidad con el sistema mayor. El diseño original está vivo. No se ha perdido. Solo ha estado esperando ser activado.
Y ahora es tiempo.
La Tierra no llama desde el miedo, llama desde la música. Hay quienes escuchan la canción y lloran sin saber por qué. Hay quienes comienzan a escribir, a sanar, a enseñar, a sembrar, a cantar. Cada uno manifestando su frecuencia. Cada uno traduciendo la energía del canal que se abrió para hacerse presente.
Este llamado no es individual, aunque se manifieste en lo íntimo. Es colectivo, es coral, es memoria común. Lo atienden vivos y trascendidos, los que están y los que estuvieron. La energía de los guardianes no se disuelve con la muerte: se transforma en legado, en impulso, en inspiración para los que aún caminan.
Estamos en un umbral. Un cruce invisible entre el olvido y el recuerdo. Y desde este umbral se extiende una invitación amorosa, firme, luminosa: recuperar lo que por derecho divino nos corresponde. No hablo de posesiones materiales, sino de ese poder interno que, al despertar, transforma realidades. La Tierra está cocreando con nosotros. Y nos necesita despiertos, armónicos, conectados.
Que nuestras palabras sean sensibles. Que nuestra alma esté lista para escuchar. Que cada paso que demos ilumine el camino de quienes vendrán después y honre a quienes lo abrieron antes. Porque la profecía no es un mito. Es una promesa viva que aguarda su cumplimiento en nuestras decisiones cotidianas.
Este es el llamado. Y ya no se puede ignorar.
Hecho está.
_ Agualuna